Cielo, Infierno y Purgatorio
Estando hablando con el Señor, le pregunté que, siendo como
es infinito y, por lo tanto, que no puede haber nada fuera de Él, dónde están
el Infierno, el Purgatorio y el Cielo. “Señor –le dije- mi mente no es capaz de
comprender que el Infierno esté en ti.”
El Señor me sonrió y, con infinita ternura, me acarició con
su voz diciéndome:
“Juan, hijo amado, te lo voy a explicar de forma que tu
mente, tan limitada, pueda alcanzar a vislumbrar uno de los misterios de mi
divinidad. Imagínate que llevo puesta una chaqueta, con un bolsillo a cada
lado; el de la derecha es de los que llamáis con “tapa”, es decir, está en el
interior de la chaqueta y el acceso desde el exterior está cerrado con una tapa
de la misma tela de la chaqueta; el de la izquierda es de “parche”, es decir,
está cosido por fuera de la chaqueta y es totalmente accesible.
Pues bien: en el de la derecha tengo el Infierno y, al tener
tapa, no recibe absolutamente ninguna luz ni sonido del exterior; los que han
rechazado mi gracia y mi redención, los que me han negado, los que se han
entregado a sus pasiones, los que se han dejado llevar por la soberbia, los que
han practicado los más horribles vicios y perversiones, han elegido pasar la
eternidad en ese lugar de tormento, donde el mayor sufrimiento es el carecer de
mi visión, de mi Luz, permaneciendo en la más tenebrosa oscuridad y, al carecer
de mi Amor por no haberlo aceptado, en un odio eterno que genera un fuego que
abrasa sin consumir.
En el de la izquierda, el de “parche”, tengo el Purgatorio,
donde se encuentran las almas de aquellos que, habiendo aceptado mi gracia y mi
redención, mi Amor y mi Luz, aun habiendo sido perdonados todos sus pecados y
faltas por haberlos confesado, han de cumplir la pena que por mi Justicia
divina les corresponde, y que no lo han hecho en vida, la mayoría de las veces
por no habérseme entregado por entero, aceptando su responsabilidad y
ofreciéndose a expiar sus culpas. Al no tener tapa este bolsillo, reciben
alguna claridad de mi divina Luz y leves sonidos de los coros celestiales, lo
que les hace permanecer en estado de esperanza, inflamándose en el fuego de mi
Amor. Continuamente meto mi mano en ese bolsillo, para sacar almas purificadas
que llevo a mi pecho, junto a mi Corazón, que es donde tengo el Cielo.
Juan, hijo amado, el Fuego de mi Corazón todo lo purifica e
ilumina a las almas de los justos, de los que en su vida mortal se me
entregaron totalmente, renunciando al mundo, a Satanás y a sus obras
infernales. Yo no condeno a nadie, pues no quiero la muerte del pecador, sino
que se convierta y viva; el que no me ama se condena a sí mismo, pues rechaza la salvación que yo le ofrezco. ¡Dame amadores!
Ten por cierto, y muy presente, que una vez dejado el mundo
ya no podéis obtener nada por vosotros mismos, por lo que las almas del
Purgatorio están a expensas de lo que consigan para ellas, mediante sufragios,
los que me aman, pues es ese uno de los mayores actos de caridad. Utilizad el
tesoro de mi Iglesia: las Indulgencias.”
hno. juan de la Sagrada Familia, AdC
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