La crisis de fe que, desde hace décadas, afecta prácticamente a la totalidad de los ciudadanos de los cinco continentes, ha producido una crisis de valores ──morales, éticos, religiosos──, que ha desembocado en una crisis económica de gran magnitud.
Afirmar que son sólo quimeras los principios que mueven a los católicos a ser ejemplo viviente del mensaje de Jesucristo, es ignorar la propia esencia del ser humano y, en su conjunto, de la sociedad en la que ha de vivir y convivir. El mandato «amaos los unos a los otros como yo os he amado» no es un mero consejo del amigo que es capaz de dar su vida por la tuya, sino el precepto fundamental para conseguir que la convivencia entre los seres humanos sea posible.
Por ello, es fundamental que los cimientos de la convivencia tengan la profundidad y solidez de una fe arraigada en lo más íntimo de nuestro ser: si la fe mueve montañas podrá movernos a construir el mundo mejor que todos deseamos. Entendemos aquí por fe no sólo nuestro asentimiento a la revelación de Dios, sino fundamentalmente a creer, sin limitación alguna, en la existencia de Dios, creador de todas las cosas, y en que me ama infinitamente.
Se puede comprobar con facilidad, sin necesidad de poseer profundos conocimientos filosóficos o teológicos, que el egoísmo y egocentrismo reinantes en todos los ámbitos ha desembocado en una desafectación de la convivencia y en una ruptura con los principios morales y éticos que han de regir las relaciones dentro de la sociedad. La peor pandemia que sufre actualmente la humanidad es la que produce el deseo de poseer ──no sólo las cosas materiales sino a las propias personas── a costa de todo, incluso con la fuerza de las armas.
Si, efectivamente, volvemos a enraizar en nosotros la fe católica y, por ende, practicamos el precepto del amor fraterno, seremos la vacuna que salvará a la humanidad de todos sus males, incluso de la tan temida crisis económica.
1 comentario:
Es verdad lo que dices. Y hay que difundir esta idea. La crisis es una consecuencia de haber ido alejándose de Dios. Lo que le pasaba al Pueblo de Israel cuando lo hacía, le puede sobrevenir a esta civilización nuestra.
Publicar un comentario