EL ORATORIO FAMILIAR: UNA NECESIDAD DE HOY


Las prisas, los nervios, los ruidos... El trabajo, los desplazamientos, la vorágine de las diversiones... El continuo bombardeo de imágenes y sonidos exteriores a nosotros, nos someten a un sinfín de situaciones que nos agobian y nos separan de nosotros mismos y de Dios.

Llegamos a olvidar que tenemos “la necesidad de orar siempre, sin desfallecer” (1) y que “la oración debe tener el primer puesto en la vida cristiana” (2), aún sabiendo que se nos dice: “Velad y orad” (3); “pedid y se os dará” (4); “porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos” (5).

En el hogar, la familia es “iglesia doméstica” (6) y “cumplirá con su misión apostólica, si por la piedad mutua de sus miembros y la oración dirigida a Dios en común, se presenta como un santuario familiar de la Iglesia” (7). No podemos dudar que “la oración refuerza la solidez y la cohesión espiritual de la familia, ayudando a que ella participe de la fuerza de Dios” (8).

Por eso, en todos los hogares católicos, “para la oración personal, el lugar favorable puede ser un rincón de oración, con las Sagradas Escrituras e imágenes, a fin de estar en lo secreto ante nuestro Padre (cf. Mt. 6, 6 ). En una familia cristiana este tipo de pequeño oratorio favorece la oración en común” (9).

La piedad, la creatividad, el gusto y las habilidades decorativas de los diferentes miembros de la familia han de ponerse de manifiesto a la hora de realizar este oratorio familiar que, por supuesto, debe estar alejado de ruidos y distracciones, sin dejar por ello de ocupar un sitio preferente dentro del hogar.

“¡Cuántas familias rezan en el mundo! Rezan los niños, a los cuales pertenece, en primer lugar, el reino de los cielos (cf. Mt. 18, 2-5); gracias a ellos rezan no solamente las madres, sino también los padres, volviendo a veces a la práctica religiosa de la que se habían alejado” (10).

Sepamos discernir sobre el verdadero valor de las cosas: comprobaremos que el tener un oratorio en nuestro hogar es más importante que tener tantas otras cosas por las que somos capaces de hacer grandes sacrificios; es, realmente, una necesidad de hoy… y de siempre.
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(1) LC. 18, 1-5. (2) Juan Pablo II, 15-3-92. (3 ) Mt. 26, 41. (4) Mt. 7, 7-8. (5) Oseas, 6, 6. (6) Conc. Vat.II, LG 11. (7) Conc. Vat II, AA11. (8) Juan Pablo II, C. a las Familias. (9) Cat. Igl. Católica, n. 2691. (10) Juan Pablo II, 13-3-94.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es un mensaje inspirador.

Saludos,
Mariana

Gracias.